
Un cuerpo doliente que ha contenido mi alma algunos años. Es un cuerpo grande para una mujer, lleno de curvas y sinuosidad contrahecha, las hojas del cabello se han trozado, el tronco es inevitablemente invencible pero no alcanza su altura plena por una deformidad de nacimiento. Una pierna es más larga que la otra, a la altura de las caderas se dibujan unas cicatrices hechas con cuchillo, con la forma de las plumas delgadas de un ave.
Un cuerpo curvado, sin carnosidad, lleno de grutas y oquedades que en los últimos años se ha llenado de manchas y lunares de Jaguar. Cuerpo dulce, de azúcar blanca, tan dulce que resuma miel por sus heridas.
Cuerpo, nido. He visto los rituales de cortejo, el amor extraño de las aves y su temporal paternidad. Generaciones de pichones han salido volando de mis brazos y nunca he sido madre.
Mis raíces se conectan con el centro de la tierra, con todas las otras mujeres que vinieron antes de mi. El cabello roto se ha desvinculado del sol.
El árbol se extiende dentro de la tierra, infinitamente. En la superficie es un tronco contrahecho con piel de Jaguar, con grietas supurantes, con las ramas rotas. Árbol, nido, casa, árbol del paraíso.
Amar al árbol y transformarme en la mujer jaguar, moverme… Las raíces serán alas.