
Canalizar con la abuela Polonia
La brisa era suave en Caquetá en el año de 1939, la vida era sencilla y mi abuela tenía 19 años, llevaba un año de casada con el abuelo, veterinario de la armada nacional, 18 años mayor que ella, el hombre que la cuidaba como la niña de sus ojos.
Clímaco, mi abuelo salió esa mañana del 19 de Enero en dirección al Carmen a visitar una finca con varios animales afectados por una extraña peste que se les incrustaba en el cuello y no los dejaba tragar saliva. El abuelo era de estatura media con los ojos de color miel, trigueño, de nariz algo grande y altiva, se intuía en sus rasgos la ascendencia afro en alguna rama lejana del árbol genealógico.
Mi abuela era frágil, de cintura fina y rostro hermoso, nariz respingona y cejas arqueadas, elegante como una actriz de cine. Tenía los ojos pequeños y almendrados de una ardilla pícara.
Pola, como le decían de cariño, partió con su esposo esa mañana también, aprovechando el transporte, a visitar a su hermana Carmen. La visita de Pola era siempre bien recibida por su familia, ella era encantadora aunque algo caprichosa, le gustaba contar historias de su niñez y hacer bromas. Nunca fue una dama propia de la sociedad, era más bien una mujercita rebelde e incómoda de tratar pero siempre fue generosa y parlanchina.
Cerca de la región donde vivía su hermana, en diferentes comunidades, habitaban los indígenas huitotos, ella los visitaba usualmente, sabía incluso algo de su idioma y disfrutaba tomar chicha de yuca en sus cuencos de madera. A ellos les gustaba compartir con ella porque era siempre amable y sencilla, además de una alumna atenta para escuchar y aprender sus costumbres.
La abuela siempre aprovechaba para viajar cuando el abuelo se ausentaba, así ella podía vivir las mismas aventuras que cuando era niña, la verdad, casarse a los 19 años se le hacía muy temprano y ella tenía que hacer, tantas cosas aún, tantas cosas que no eran tener hijos y ser un ama de casa normal.
La abuela se levantó al siguiente día del viaje, ya en casa de Carmen, de un humor excelente, se lavo la cara y las manos y se vistió con un pantalón de su hermano Pablo para poder cabalgar a gusto. Se hizo un rodete en el cabello y se miró al espejo, siempre le gustaba lo que veía, se dibujó nuevamente las cejas con lapiz negro, se puso carmín en los pómulos, en los labios y se sonrió a si misma, ella usaba su belleza para todo lo que podía.
Había una pequeña angustia en su pecho esa mañana, como el aleteo de una mariposa. Lo dejó pasar, iría hoy a la comunidad y eso la emocionaba.
Le pidió ayuda a Genaro quien era el encargado de cuidar a los caballos. Ensillaron a Ofelia, la yegua café consentida de mi abuela, una yegua joven y algo salvaje que solo mi abuela podía montar. La comunidad de los huitotos estaba a 3 horas de camino por la selva. La travesía empezó bien, la abuela disfrutaba del paisaje. Junto a ella y Genaro viajaron: Eduardo que era el capataz de la hacienda y Jaime, un joven huitoto que trabajaba en la finca, y que era su lazo con la comunidad.
Pasaron varias horas de ríos, arena, bosque verde y en la mitad del camino bajaron un momento para descansar. La abuela moría de calor con el pantalón de su hermano, ese dia la temperatura era de unos 45 grados a la sombra. Pola bajó las maletas y buscó un rincón detrás de un árbol para ponerse un vestido largo más ligero. Por último ¿Quién iba a mirar sus piernas blancas con mala intención? si estaba entre gente que la había visto crecer.
En el momento de sacar la pierna derecha del pantalón y poner su pie en tierra sintió un dolor infinito en la rodilla, cuando regresó a mirar el origen del dolor, vio una serpiente x de gran tamaño con la boca abierta.
la serpiente puso todo su veneno en esa pierna tierna y suave de Polonia.
La abuela gritó y regresó cojeando donde estaban todos los hombres espantados por su sobresalto.
Jaime alcanzó a ver a la x que se escabulló entre los matorrales, pudo encontrarla, la tomó y la partió en medio y guardó su hígado en un frasco, sabía que podía hacer un potente antídoto con su hiel. Polonia se empezó a desvanecer enseguida. Llegó a duermevela montada en el caballo y arriada por Genaro a la finca después de 12 horas, estuvo 20 días más con fiebre en un estado comatoso, aunque el médico de los huitotos fue a la hacienda para darle los primeros auxilios, saliendo por primera vez de su comunidad para atender «un blanco» hizo la extracción de la bilis de la culebra y una mezcla con hierbas secretas con las que preparó un brebaje que le dio de beber a la abuela a sorbos por una semana.
Pola no sentía la muerte encima. el alma estaba desencarnada pero no habia luz ni guías ni nada similar, sólo un sopor caliente como el útero materno y el fondo rojo sanguinolento de una cueva humeante. La abuela se desmayó durante 20 dias donde sus piernas, brazos, tronco y tobillos se inflamaron al doble de su tamaño normal. los labios se voltearon y se hicieron morados, su hermoso cuerpo era ahora una abominación y la sed la taladraba como la única necesidad que manifestaba su cuerpo físico.
El abuelo voló a verla en una avioneta destartalada, la madre de mi abuela aplicaba compresas, ungüentos y emplastos que le había traído el médico brujo de la selva. El sacerdote del pueblo vino a darle la extremaución a esa joven esposa. y días después de darle los santos óleos mi abuela abrió los ojos.
la recuperación tomó una semana más donde la abuela pudo volver a hablar, a ver y recordó quien era. Un vómito repentino les aviso a mis abuelos que mi tia Ana María venía en camino, la abuela regresó de la muerte para traer a mi tía a la tierra.